Héctor Jerónimo Enrique López

Nació el 16 de septiembre de 1952 en la ciudad de Córdoba. Antes de su secuestro se dedicaba a la fabricación de paneles de agua (oficial cañista) de diferentes planes de vivienda del gobierno de Perón. El 29 de octubre de 1975, fue secuestrado en la ciudad de Córdoba junto con su compañera Liliana Paéz, el hijo y la hermana de ella. Luego de estar alrededor de 10 días en condición de desaparecidos en el CCD Departamento de Informaciones de la policía de Córdoba (D2), los legalizaron y, unos 20 días después, fueron llevados a la cárcel de San Martín. El 20 de agosto de 1976 fusilaron a su compañera Liliana. En diciembre de 1976 fue trasladado a la cárcel de Sierra Chica, pero en junio de 1977 fue nuevamente llevado a Córdoba en condición de rehén, hasta septiembre, fecha en la que volvió a Sierra Chica. A mediados de 1979, Sierra Chica fue vaciada de presos políticos, por lo cual lo transfirieron al penal de La Plata, donde permaneció un mes hasta ser trasladado a la entonces nueva cárcel de Caseros. Permaneció allí hasta agosto de 1981, momento en el que lo llevaron a Rawson. Sufrió su último traslado en diciembre de 1983, a la cárcel de Villa Devoto. Salió con libertad condicional el 17 de febrero de 1988, después de 13 años de encierro.

Su recorrido carcelario y el asesinato de su compañera nos dejan imaginar los estados de ánimo por los cuales debe haber pasado Héctor López. Si afirmó que su inclinación por la escritura no surgió en la cárcel, también reconoció que, en la actualidad, no escribe más como aquel entonces. De ser un «acto liberador», como él lo cuenta, la escritura pudo haberse convertido en acto «reparador» en la prisión, hasta el punto de asegurarse, durante su cautiverio, la sobrevivencia de sus poemas, haciendo copias de ellos. En efecto, por haber sido uno de los últimos presos políticos, Héctor López tuvo acceso a material y herramientas que otros no conocieron; en particular, máquinas de escribir. De esta manera, en Villa Devoto, entre los años 1984-1985, tipió casi todos los poemas que había escrito en sus cuadernos en las cárceles de Sierra Chica, Rawson y Caseros entre los años 1977 y 1982, para tener dos ejemplares y, si fuera necesario, realizar pequeñas modificaciones. En ese sentido, vale rescatar el proceso de escritura que se fue afirmando con el pasar de los años mediante la reivindicación de los poemas y la voluntad de protegerlos con «copias de salvaguarda»[1].


[1] Es interesante agregar que el caso de Héctor López no es el único ya que se registró uno similar en el CCD La ESMA, donde Ana María Ponce, poeta y militante desaparecida, escribió 32 poemas de los que hizo dos copias (una versión manuscrita y otra a máquina), como lo recuerda una compañera de cautiverio, Alicia Milia: «El día que la vinieron a buscar en el sótano, cuando se despidió de Graciela, le dio el paquetito que tenía ahí. Cuando la subieron a buscar sus cosas logró que un guardia me viniera a buscar a la pecera para que nos despidiéramos en ‘Capucha’ y en ese momento mientras nos abrazábamos tratando de no llorar, sacó de su capazo otro paquetito para mí. Garantizó dentro de lo posible que aunque ella no saliese sí lo hiciesen sus poemas, que era una forma de contar cómo y qué sentía, qué esperaba, qué deseaba, qué añoraba, qué había querido. Nos estaba regalando su recuerdo.». Alicia Milia. Entrevista electrónica. 29 de junio de 2013. Los poemas de Ana María Ponce están disponibles en: http://www.memoriaenmovimiento.gov.ar/index.php/publicaciones/poemas


Poemas

Daniel David Carrasco

Nació el 7 de septiembre de 1951 en Córdoba. Antes de su secuestro trabajaba como pintor en la fábrica IKA-Renault, donde empezó a tener una activa participación gremial. Su desempeño como delegado de la planta de pintura y las luchas que condujo junto con otros delegados a favor de los derechos de los trabajadores lo convirtieron en un blanco de la represión. Después de recibir amenazas de muerte, se vio obligado a pasar a la clandestinidad a partir del año 1974. Sin embargo, el 18 de marzo de 1977, rompió los esquemas de seguridad que le habían permitido mantenerse con vida y fue a visitar a su familia; en la madrugada del 19 fue secuestrado por una patota y llevado al CCD La Perla. En abril del mismo año fue llevado al CCD Campo de la Ribera, y de ahí a la cárcel de San Martín; seis meses después, fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, sin causa, bajo la carátula “por averiguación de antecedentes”. Finalmente, fue liberado el 25 de octubre de 1978. A pesar de su liberación, siguió amenazado y decidió exiliarse en México con su familia, donde permaneció hasta 1986.

Daniel Carrasco reconoce que sus poemas son el producto exclusivo de un episodio determinado y dramático de su vida. En efecto, compuso a ambos en centros clandestinos de detención: uno en el CCD La Perla en marzo de 1977, y el otro en el CCD Campo de la Ribera en abril de 1977. Al primero no lo pudo pasar a papel en La Perla por falta de material y por las condiciones infrahumanas a las que estaba expuesto, pero sí lo escribió en un papelito en Campo de la Ribera, junto con el segundo. Para el autor, la escritura ha sido generada por el maltrato y el trauma sufrido, que tuvieron consecuencias mucho más allá del CCD, y si no se reivindica escritor, tampoco puede negar que su mente y su cuerpo se dirigieron, en aquel contexto e instintivamente, hacia la escritura.

Los poemas de Daniel son la ilustración de la imperiosa necesidad de hacer catarsis en situaciones límite, sin importar el destinatario, ya que él mismo expresó que no estaban destinados a ser leídos porque le parecía «muy cruel enviarlos a [su] familia»[1]. De hecho, el método de preservación también demuestra esto en la medida en que empezó por escribirlos en un papelito en el CCD de la Ribera, pero cuando lo transfirieron a la cárcel de San Martín, decidió mantenerlos en su memoria. Recién en libertad los transcribió en papel; por estas razones no se puede adjuntar aquí ninguna versión original de los dos poemas que se presentan aquí. También por estas razones es doblemente necesario rescatarlos porque su existencia demuestra la vital importancia de la poesía que se convierte, en algunos sitios de muerte, en un inesperado salvavidas.


[1] Dato proporcionado por el autor en una entrevista electrónica realizada el 20 de octubre de 2015.

Poemas

Dalmiro Suárez

Nació el 27 de enero de 1952 en Pozo Hondo, provincia de Santiago del Estero. A los 10 años se radicó en la ciudad de Buenos Aires donde empezó, unos años más tarde, a militar en el Partido Revolucionario del Pueblo. Fue secuestrado el 13 de noviembre de 1974 y llevado a Quilmes, que era en aquel entonces un experimento de CCD. Después, lo llevaron al Puente 12, primicia del CCD El Banco, y de ahí al CCD Pozo de Banfield. Fue legalizado por el Poder Ejecutivo Nacional y trasladado a la cárcel de La Plata a fines de diciembre de 1974. Permaneció ahí hasta diciembre de 1978, momento en que fue transferido a la cárcel de Sierra Chica. En abril de 1979 fue trasladado a la cárcel de Rawson donde permaneció hasta la primera semana de 1983. Finalmente, fue transferido a Villa Devoto donde recuperó la libertad el 13 de octubre de 1983.

Lejos de dejarse vencer por las múltiples estrategias de desestabilización elaboradas por los militares (traslados, cambio de celdas, incomunicación, intimidación y asesinato de familiares, etc.), Dalmiro Suárez encontró en la poesía un lugar privilegiado y vital para expresar y procesar sentimientos resultantes del encierro y del terror. Si empezó componiendo cuentos inspirados por los extraños sueños que tenía, se fue acercando cada vez más al género de la poesía hasta el punto de componer más de 40 poemas en las cárceles de Rawson y La Plata, entre los años 1975 y 1983. Su obra nos llegó gracias al gran cuidado con el que conservó los cuadernos donde escribió cantidades de poemas. Hoy, Dalmiro Suárez sigue componiendo en donde la inspiración, el lápiz y el papel le responden. Después de haber escrito en la cárcel, cualquier otro lugar en el mundo debe parecer ideal…

Poemas

Carlos José Samojedny

Nació el 1 de enero de 1943 en la ciudad de Córdoba. Se recibió de psicólogo en la Universidad Nacional de Córdoba en 1970. Fundó la Asociación Pro-Colegio de Psicólogos de Córdoba y participó de la creación de la Confederación de Psicólogos de la República Argentina, entre otras cosas. Militó activamente desde lo gremial para defender los derechos de los trabajadores de su profesión, y a fines de los años 60 integró el PRT-ERP. Fue secuestrado el 11 de agosto de 1974 en Catamarca y permaneció detenido 9 años en el penal de Rawson. En enero de 1984, fue trasladado a la cárcel de Villa Devoto de donde salió en libertad el 18 de junio de ese mismo año. En democracia, se incorporó al Movimiento Todos por la Patria (MTP), y en 1989 participó del Copamiento de la Tablada, donde fue asesinado el 23 de enero de 1989. Su cuerpo sigue desaparecido hasta el día de hoy.

            Carlos Samojedny siempre escribió, antes, durante y después de la cárcel. Es más, durante mucho tiempo, era la única manera de comunicarse con sus hijos, Sofía y Ciro, por la distancia que los militares se empeñaron en poner entre los presos políticos y sus familias: geográficas y afectivas. Desde la cárcel patagónica, Carlos siguió más que nunca escribiendo cartas y poemas llenos de amor y compromiso, y empezó su libro testimonial: Psicología y dialéctica del represor y reprimido (1986). Los poemas que se presentan en este archivo fueron escritos entre los años 74 y 83 en hojas de cuaderno o en tarjetitas para regalar, y suelen estar acompañados de dibujos generalmente realizados por su hermano, Eduardo Samojedny, apresado en la misma prisión[1]. Leemos en ellos que el encierro no lo desanimó en sus creencias, en sus valores y en su esperanza de hacer la revolución, a costa de su propia vida. De hecho, fueron las últimas palabras que le escribió a su hija en un papel de servilleta de un bar de Mar del Plata en 1988: «yo elegí la revolución, luchar porque no haya más injusticias, por la vida y la libertad.»[2].


[1] A veces se desconoce la autoría de los dibujos.

[2] Recuperado el 10 de octubre de 2017 de [http://elargentinocordoba.infonews.com/nota/158696/la-historia-del-cordobes-que-desaparecio].


Poemas

Carlos Manuel Ávila

Nació el 14 de agosto de 1941 en Famaillá, provincia de Tucumán, y falleció el 6 de diciembre de 2014 en Córdoba. Antes de su secuestro trabajaba en una estación de servicio de la ciudad de Córdoba, donde se desempeñaba como delegado gremial de los petroleros privados. A raíz de su actividad sindical y de su militancia en el Ejército Revolucionario del Pueblo-Partido Revolucionario del Pueblo, lo secuestraron el 25 de mayo de 1975 en Unquillo, provincia de Córdoba, para llevarlo a la comisaría de la misma ciudad y, luego, al CCD Departamento de Informaciones de la policía de Córdoba (D2). A mediados de 1975 fue puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional en la cárcel de San Martín, después de permanecer ahí un tiempo en condición de desaparecido. Enseguida fue transferido a la cárcel de La Plata y, posteriormente, a la de Sierra Chica. En el momento del levantamiento de Sierra Chica fue trasladado a Rawson; luego a Caseros y, por último, a Villa Devoto de donde salió con libertad vigilada en 1983[1].

Carlos Manuel Ávila, más conocido como «el Mate de plata», ilustra, con su poesía, las distintas formas que los autores de la prisión tuvieron y encontraron para componer, a pesar de la falta de todo. En efecto, los poemas que se presentan a continuación fueron compuestos mentalmente en una celda de castigo en la cárcel de Sierra Chica en 1978; cumplía ahí una condena de 105 días. Sus poemas nunca fueron pasados por escrito, sin embargo, su recitación regular, tanto en la prisión como en libertad, hasta el día de su muerte, demuestra la intención del autor de valorar sus textos mediante su difusión oral; su cabeza y su voz pasaron a ser los soportes de los poemas. Es por esta razón que no se puede presentar aquí ninguna versión original, y que su transcripción y publicación se hacen imprescindibles, so pena de verlos desaparecer[2].


[1] Datos disponibles en «Junto a Carlos Ávila», entrevista a Carlos Ávila por Raúl Viarruel, en el blog El Dirigible, 11 de octubre de 2012. (Consultado el 07 de octubre de 2015). Disponible en: http://eldirigiblenacional.blogspot.com.ar/2012/10/junto-carlos-avila-mate-de-plata-por-el.html

[2] La transcripción y la disposición gráfica de los poemas han sido realizadas y decididas junto con el autor durante un encuentro en 2011.


Poemas

Alicia Ester Schiavoni

Nació el 21 de mayo de 1949 en Rosario del Tala, provincia de Entre Ríos. Se radicó en Córdoba después de haberse recibido de maestra. Allí, consiguió trabajo en Fiat y empezó una carrera de fisioterapeuta. Comenzó a militar a fines de 1973, momento en el cual secuestraron a su hermano, Eduardo, que formaba parte del Partido Revolucionario del Pueblo. En 1974, integró Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas de Córdoba que se dedicaba a la solidaridad con los presos políticos, hasta que la secuestraron en octubre de 1975. La llevaron al CCD Departamento de Informaciones de la policía de Córdoba (D2), y de ahí a la cárcel de San Martín donde permaneció hasta diciembre de 1976, fecha en la cual se efectuó un traslado colectivo a la prisión de Villa Devoto. Salió en libertad en enero de 1981.

Los poemas que Alicia Schiavoni escribió en la cárcel de Villa Devoto entre 1978 y 1980, en cuadernos, tienen la particularidad de no parecerse a ningún otro. A diferencia  de muchos poetas de la cárcel, ella no escribió tanto para ser leída, sino más bien, como ella dice «porque necesit[aba] quizás ver[se ella] en eso que escrib[ió]»[1]. De hecho, es muy interesante ver que su letra es bastante difícil de descifrar por otra persona que no sea ella.

Lugar de reflexión e introspección, la cárcel ha despertado en Alicia Schiavoni una necesidad profunda de encontrarse con ella misma. La escritura poética ha sido un medio muy importante en este proceso de pensarse y escribirse para, según ella, «sacar afuera» los sentimientos generados por la situación de cautiverio. Cabe preguntarse entonces si estaríamos leyendo, hoy, los poemas de Alicia Schiavoni si la dictadura no hubiera secuestrado y asesinado a su hermano, o si ningún encierro hubiese cortado su libertad. No lo sabremos nunca. Lo que sí sabemos, es que en aquellas circunstancias, la poesía le proporcionó un lugar para ser ella misma.


[1] Este dato ha sido proporcionado por Alicia Schiavoni en una entrevista personal realizada en Córdoba, el 9 de noviembre de 2010.


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